Si la Fórmula 1 es un coliseo, México es su mejor arena. Desde que bajé del Metro en la estación Ciudad Deportiva rumbo al Autódromo Hermanos Rodríguez, entendí por qué el Gran Premio de esta megalópolis se siente sobrecogedor, el ambiente de fiesta se vive desde cuadras previas a su ingreso. Sombreros de mariachis, gorras y camisetas alusivas al evento, rostros pintados y voces en un sin fin de idiomas, se sumaron a la impecable logística, excelente señalización y accesos fáciles e inclusivos. Aquí la improvisación no tuvo cabida. No es casualidad que este GP haya sido reconocido durante años como «Mejor Promotor» y que en 2025 volviera a estar nominado por F1 como una de las mejores experiencias del calendario de este deporte que reúne personas de todas las nacionalidades.
Pero más allá de la fiesta, este fin de semana la «caja registradora» sonó sin parar. La derrama económica de la Fórmula 1 en el país del norte no es poca cosa, según datos de la Cámara Nacional de Comercio (CANACO) el evento batió un récord de más de 1,160 millones de dólares. Airbnb y hoteles llenos, restaurantes y bares con lista de espera, transporte atiborrado de turistas y cientos de proveedores locales trabajando. Cuando una ciudad entiende que un evento global de esta magnitud también es un motor local, pasan estas cosas.
La carrera mexicana celebró este año su décimo aniversario en uno de los fines de semanas más calurosos de la temporada. La misma se ha realizado en tres etapas a lo largo de los años, la primera entre 1962 y 1970, la segunda entre 1986 y 1992, con la presencia de grandes figuras como Michael Schumacher, Ayrton Senna y Alain Prost, y la tercera 23 años posterior, pues luego de muchas idas y venidas y bajo la presión de empresarios del sector privado en conjunto con el gobierno federal, México logró convencer a la FIA de firmar un contrato que fenece en 2028 y que promete renovación.
El efecto turístico es igual de impactante. Este año se registraron más de 400 mil asistentes en el fin de semana de la carrera, un récord que colocó a México entre las paradas más concurridas del calendario del deporte motor. Y es que este evento no solo vende boletos, vende marca país. Con una temperatura de 57 grados en pista, el Foro Sol vibró desde la largada, pasando por las diecisiete curvas del autódromo, hasta el gran final con presencia de música mexicana, trajes alegóricos al Día de Muertos y mucha cerveza para calmar la sed.

La carrera, además, tuvo el desenlace perfecto con un joven Lando Norris, quien tras las 71 vueltas conquistó la victoria. El piloto de Bristol (Reino Unido) de 25 años se llevó así el podio del campeonato. Con este resultado, Norris sobrepasó a su compañero de escudería, Oscar Piastri, y subió al podio junto a Marc Leclerc y Max Verstappen. El público celebró como gol en final de mundial (que por cierto México también será sede del encuentro de balompié en 2026). La fiesta deportiva en este país no da pausa para tomar aire.
Vivir la experiencia de la Fórmula 1 es sin duda una que hay que experimentar aunque sea una vez en la vida. El grito de las gradas con presencia de adultos, jóvenes y niños, sumado al desfile de pilotos, y el increíble ambiente festivo convierte el GP en un fin de semana imposible de olvidar. Si alguien me pregunta si vale la pena, respondería con un rotundo sí, ¿por qué? porque la Fórmula 1 no se trata solo de ver a los monoplazas corriendo, sino algo aún mayor: es su rugido que sacude el esternón, es compartir, gritar, cantar y celebrar con una enorme comunidad de fanáticos de todo el mundo.
Me llevo grabado en las pupilas la imagen de los asistentes vibrando con increíble emoción. Esto sin duda es una muestra tangible de que México no es un país improvisado cuando se trata de producir espectáculos de esta magnitud.
Por Jessica Fernandez Bogado.
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